Actualmente con solo un click podemos comprar aquello que queremos y que no hay en nuestra ciudad o enviar un mensaje a la otra punta del planeta. Parece que estamos avocados a la necesidad de la gratificación inmediata ante cualquier impulso apetitivo. Nuestro valioso tiempo a veces nos hace actuar lo antes posible a pesar de que el ser paciente pueda traernos mejores consecuencias en muchas ocasiones.
Entre los 3 y los 6 años un niño comienza a controlar de alguna manera sus impulsos aunque no todos tienen las mismas destrezas para el autocontrol. El psicólogo Walter Mischel inició una investigación hace más de 40 años para medir esa habilidad de demorar una gratificación, o lo que conocemos por “fuerza de voluntad”, en los niños. Esta es la habilidad de abstenerse de recibir un elemento gratificante de manera inmediata, con tal de recibir otro elemento más deseado, a pesar de que implique una espera más larga. Mischel observó que por norma general los niños menores de cuatro años no eran capaces de demorar la búsqueda de satisfacción. Ello se debe, entre otras cosas a la falta de desarrollo de su lóbulo frontal, el cual no alcanza su máximo nivel de desarrollo hasta que es adulto. Después de realizar seguimiento a los niños investigados encontró que esta habilidad podía influir en la edad adulta.
Las personas poseemos una gran caja de herramientas o fortalezas personales que podemos usar para construir una vida más feliz. Entre los rasgos psicológicos positivos, que la comunidad científica ha identificado, se encuentra la autoregulación o autocontrol. Esta fortaleza hace referencia a la capacidad que tenemos de regular los propios sentimientos y nuestras acciones.
Saber cuando actuar y saber cuando esperar, para obtener un resultado concreto que te ayude a vivir y construir una vida que te haga feliz, es una destreza que se puede enseñar. Pero deberemos tener en cuenta que si una impulsividad sin control nos puede ocasionar tomar decisiones erróneas, el uso excesivo de esta “fuerza de voluntad” o autocontrol puede suprimir la alegría de vivir y conducirnos a una vida gris.
Encontrar el equilibrio entre controlar nuestros impulsos y vivir de forma espontánea es la habilidad que nos acerca a la felicidad.